BUSCANDO EL CAMINO PARA DEJAR DE SUFRIR

20/09/2019 / Sin comentarios

Plasss! Podría haber escogido un titular como: “Buscando el camino de la felicidad” o “Buscando la paz”, pero no encuentro que esas palabras puedan servir en este momento. La felicidad, la paz, la conexión… hermosas palabras todas ellas que nos orientan hacia una idea, aparentemente muy concreta, a la que todos debemos llegar. 

Todavía no sé muy bien si estoy escribiendo esto para mí, para mi ego y su insaciable necesidad de encontrar respuestas, o para compartir y ofrecer un testimonio para aquellos que también se sienten desorientados ante la incertidumbre constante de la vida y a lo que se supone debemos conseguir o aspirar.

Hay una premisa clara que no vamos a discutir: que todos queremos ser felices y estar libres de sufrimiento. Pero esa meta feliz no me queda muy clara qué formato tiene: formando una familia, triunfando en mi carrera profesional, teniendo buenos recursos económicos, logrando un cuerpo que luzca bello, joven y sano para siempre… Sin embargo, las distintas formas en las que se presenta el sufrimiento me parecen algo más claras: la necesidad constante de demostrar aptitud y diligencia en todo lo que hago, rumiación interna ante la nostalgia de eventos pasados que no puedo cambiar, ansiedad por lo que está por venir y además se cumpla tal y como mis expectativas definen o la lucha por tener un cuerpo como marcan los cánones, libre de dolores o enfermedades.

Todo este diálogo interno que llevamos con nosotros permanentemente y a través del cual vemos el mundo y la realidad que nos rodea, es el que produce gran parte de nuestro sufrimiento vital y del que, naturalmente, queremos desprendernos. 

Esta necesidad de dejar de sufrir y de encontrar respuestas y alivio ha ocurrido siempre, desde que el ser humano se hizo consciente de su propia identidad individual. Las religiones han ocupado un papel muy importante para cubrir este servicio de alivio a lo largo de toda la historia de la humanidad, tanto en oriente como en occidente. Todas ellas diferentes en estilos y rituales, pero con un denominador común en sus reflexiones: que vivimos de apariencias, que creemos que la realidad son las narraciones que nos cuenta nuestra mente -condicionada por nuestra herencia, educación o experiencias- perdiendo la perspectiva de lo que es real por esas limitaciones.

Esto es lo que más nos hace sufrir.

Y añado: que en el mundo moderno en el que ahora vivimos, de consumo insaciable y millones de estímulos dispersores de la atención, no colabora en absoluto en la misión #BúsquedaFelicidad# como nos venden  sin cesar, sino más bien al contrario.

No es a través de la cultura judeocristiana occidental, bajo la que la mayoría hemos sido educados -con la culpa, la mortificación y el sacrificio como inspiración para encontrar la felicidad- en donde mi búsqueda para dejar de sufrir encontró algo de alivio. Indagando un poco hacia la cultura de la vertiente oriental del planeta, me encuentro con enseñanzas y reflexiones del budismo o el taoísmo que hablan del enorme poder transformador de la atención, del entrenamiento de la mente, de la profunda implicación de los estados emocionales y su manifestación física en el cuerpo, conceptos como fluir, aceptar, soltar… descubro una forma diferente de poder relacionarme con la realidad que me rodea. De repente me siento en casa, es como si siempre lo hubiese sabido y ahora lo estoy recordando.

Lo más increíble de todo esto es ver cómo todo está conectado: de qué forma disciplinas ancestrales como el yoga, el taichí o la meditación, dan sustento y cubren muchas necesidades a las que la psicología y la tecnología punta no llegan; y viceversa: cómo el desarrollo tecnológico, la medicina, la neurobiología y la neurociencia, nos están ayudando a descubrir enormes capacidades cognitivas y un bienestar vital a través de la práctica de estas disciplinas.

Con esto no pretendo criticar unas creencias y favorecer otras, solo expongo mi experiencia, siendo consciente y reconociendo que si no hubiese sido por los sinsabores iniciales, no hubiese tenido el impulso para seguir buscando e investigando las distintas vías por las que podemos ser sanadores de nuestra propia mente y dueños de sus reacciones.

Si esto no es de tu interés, deja de leer, no te sientas mal o frustrado si estos temas no te resuenan.

Pero si has llegado hasta aquí, te animo, nos animo, a que cada uno eche una mirada hacia dentro y observe: ¿Qué me hace sufrir? ¿Qué es para mí la felicidad? ¿Estoy en el camino que me conduce a ella?

No hay fórmulas mágicas, no existe el maestro ni la técnica definitiva que te dé una respuesta, solo SER CONSCIENTE, hacernos responsables de nuestra vida.

La INTENCIÓN, la MOTIVACIÓN y el COMPROMISO de cada uno con su vida le guiarán en el camino.